Me dijeron que en el Reino del Revés
nada el pájaro y vuela el pez,
que los gatos no hacen miau y dicen yes,
porque estudian mucho inglés.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
Me dijeron que en el Reino del Revés
nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y otro es juez,
y que dos y dos son tres.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
Me dijeron que en el Reino del Revés
cabe un oso en una nuez,
que usan barbas y bigotes los bebés,
y que un año dura un mes.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
Me dijeron que en el Reino del Revés
hay un perro pekinés,
que se cae para arriba y una vez...
no pudo bajar después.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
Me dijeron que en el Reino del Revés
un señor llamado Andrés
tiene 1530 chimpancés
que si miras no los ves.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
Me dijeron que en el Reino del Revés
una araña y un ciempiés
van montados al palacio del Marqués
en caballos de ajedrez.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
©Editorial Alfaguara infantil
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de la sala al comedor.
No me tires con cuchillo,
tírame con tenedor.
ANÓNIMO
¿Saben, saben lo que hizo
el famoso Mono Liso?
A la orilla de una zanja
cazó viva una naranja:
¡Qué coraje, qué valor!
Aunque se olvidó el cuchillo
en el dulce de membrillo,
la cazó con tenedor.
A la hora de la cena
la naranja le dio pena.
Fue tan bueno Mono Liso
que de postre no la quiso.
El valiente cazador
ordenó a su comitiva
que se la guardaran viva
en el refrigerador.
Mono Liso en la cocina,
con una paciencia china,
la domaba día a día:
la naranja no aprendía.
Mono Liso, con rigor,
al fin la empujó un poquito,
y dio su primer pasito
la naranja, sin error.
La naranja, Mono Liso
la mostraba por el piso.
Otras veces, de visita,
la llevaba en su jaulita.
Pero un día entró un ladrón.
Se imaginan lo que hizo.
El valiente Mono Liso
dijo: -¡Ay, qué papelón!
A la corte del Rey Bobo
fue a quejarse por el robo.
Mentiroso, el rey promete
que la tiene el Gran Bonete.
Porque sí, con frenesí,
de repente dice el Mono:
-¡Allí está, detrás del trono,
la naranja que perdí!
Mas la Reina dice: -Ojo,
que yo tengo mucho antojo
de comer una ensalada
de naranja amaestrada.
Mono Liso contestó:
-Comerá cuando usted quiera
tres sandías y una pera,
¡pero mi naranja, no!
Y la reina sin permiso
del valiente Mono Liso
escondió en una sopera
la naranja paseandera.
Mono Liso la salvó,
pero a fuerza de tapioca
la naranja estaba loca
y este cuento se acabó.
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Había una vez un bru,
un brujito que en Gulubú
a toda la población
embrujaba sin ton ni son.
Paseaba una vez Mambrú
por el bosque de Gulubú.
El brujito se acercó
y el resfrío le contagió.
La vaca de Gulubú
no podía decir ni mu.
El brujito la embrujó
y la vaca se enmudeció.
Los chicos eran muy bu,
burros todos en Gulubú.
Se olvidaban la lección
o sufrían de sarampión.
Pero entonces llegó el Doctorrrr
manejando un cuatrimotorrrr
¿Y saben lo que pasó?
¿No?
Todas las brujerías
del brujito de Gulubú
se curaron con la vacú
con la vacuna
luna luna
lu.
Ha sido el brujito el u,
uno y único en Gulubú
que lloró, pateó y mordió
cuando el médico lo pinchó.
Y después se marchó el Doctorrrr
manejando el cuatrimotorrrr.
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En una cajita de fósforos
se pueden guardar muchas cosas.
Un rayo de sol, por ejemplo.
(Pero hay que encerrarlo muy rápido,
si no, se lo come la sombra).
Un poco de copo de nieve,
quizá una moneda de luna,
botones del traje del viento,
y mucho, muchísimo más.
Les voy a contar un secreto.
En una cajita de fósforos
yo tengo guardada una lágrima,
y nadie, por suerte, la ve.
Es claro que ya no me sirve.
Es cierto que está muy gastada.
Lo sé pero qué voy a hacer,
tirarla me da mucha lástima.
Tal vez las personas mayores
no entiendan jamás de tesoros.
“Basura”, dirán, “Cachivaches”.
“No sé por qué juntan todo esto”.
No importa, que ustedes y yo
igual seguiremos guardando
palitos, pelusas, botones.
tachuelas, virutas de lápiz,
carozos, tapitas, papeles,
piolín, carreteles, trapitos,
hilachas, cascotes y bichos.
En una cajita de fósforos
se pueden guardar muchas cosas.
Las cosas no tienen mamá.
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En el país de Nomeacuerdo
doy tres pasitos y me pierdo.
Un pasito para allí,
no recuerdo si lo di.
Un pasito para allá,
ay, qué miedo que me da.
Un pasito para atrás,
y no doy ninguno más
porque ya, ya me olvidé
dónde puse el otro pie.
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En la guerra le caía
mucha nieve en la nariz,
y Mambrú se entristecía.
Atchís.
Como estaba tan resfriado,
disparaba su arcabuz
y salían estornudos.
Atchús.
En mitad de la batalla
se sonaba la nariz,
con un pañuelito blanco.
Atchís.
Con el frío y el resfrío
le dio tanto patatús,
que al ratito pidió gancho.
Atchús.
Los soldados se sentaron
a la sombra de un fusil
a jugar a las barajas.
Atchís.
Mientras hasta la farmacia
galopando iba Mambrú,
y el caballo estornudaba.
Atchús.
Le pusieron cataplasmas
de lechuga y aserrín,
y el termómetro en la oreja.
Atchís.
Se volcó en el uniforme
el jarabe de orozuz,
cuando el boticario dijo:
Atchús.
Le escribió muy afligido
una carta al rey Pepín
con las últimas noticias.
Atchís.
Cuando el Rey abrió la carta,
la miró bien al trasluz,
y se contagió enseguida.
Atchús.
“¡Que suspendan esa guerra!”
ordenaba el rey Pepín.
Y la Reina interrumpía:
Atchís.
Se pusieron muy contentos
los soldados de Mambrú,
y también los enemigos.
Atchús.
A encontrarse con su esposa
don Mambrú volvió a París.
le dio un beso y ella dijo:
Atchís.
Es mejor la paz resfriada
que la guerra con salud.
Los dos bailan la gavota.
Atchús.
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Manuelita vivía en Pehuajó
pero un día se marchó.
Nadie supo bien por qué
a París ella se fue,
un poquito caminando
y otro poquitito a pie.
Manuelita una tarde se miró
en un charco y se afligió.
Dijo: —Yo no sé por qué
estoy arrugándomé,
si desde hace ochenta años
tengo un cutis de bebé.
Manuelita una vez se enamoró
de un tortugo que pasó.
Dijo: —¿Qué podré yo hacer?
Vieja no me va a querer;
en Europa y con paciencia
me podrán embellecer.
Manuelita por fin llegó a París
en los tiempos de rey Luis.
Se escondió bajo un colchón
cuando la Revolución,
y al oír la Marsellesa
se asomó con precaución.
En la tintorería de París
la pintaron con barniz,
la plancharon en francés
del derecho y del revés,
le pusieron peluquita
y botines en los pies.
Tantos años tardó en cruzar el mar,
que allí se volvió a arrugar,
y por eso regresó
vieja como se marchó
a buscar a su tortugo
que la espera en Pehuajó.
Manuelita, Manuelita,
Manuelita dónde vas
con tu traje de malaquita
y tu paso tan audaz.
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Estamos invitados
a tomar el té.
La tetera es de porcelana
pero no se ve.
La leche tiene frío
y la abrigaré:
le pondré un sobretodo mío,
largo hasta los pies.
Cuidado cuando beban,
se les va a caer
la nariz dentro de la taza,
y eso no está bien.
Aquí las servilletas
hacen buen papel:
se convierten en conejitos
y echan a correr.
Detrás de una tostada
se escondió la miel.
La manteca, muy enojada,
la retó en inglés.
Mañana se lo llevan
preso a un coronel
por pinchar a la mermelada
con un alfiler.
Parece que el azúcar
siempre negra fue,
y de un susto se puso blanca,
tal como la ven.
Un plato timorato
se casó anteayer.
A su esposa la cafetera
la trata de usted.
Los pobres coladores
tienen mucha sed
porque el agua se les escapa
cada dos por tres.
Yo no sé por qué.
©Editorial Alfaguara infantil
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Osías el osito en mameluco
paseaba por la calle Chacabuco
mirando las vidrieras de reojo,
sin alcancía pero con antojo.
Por fin se decidió y en un bazar
todo esto y mucho más quiso comprar.
Quiero tiempo pero tiempo no apurado,
tiempo de jugar que es el mejor.
Por favor, me lo da suelto y no enjaulado
adentro de un despertador.
Osías el osito en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar.
Quiero un río con catorce pescaditos
y un jardín sin guardia y sin ladrón.
También quiero para cuando esté solito
un poco de conversación.
Osías el osito en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar.
Quiero cuentos, historietas y novelas
pero no las que andan a botón.
Yo las quiero de la mano de una abuela
que me las lea en camisón.
Osías el osito en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar.
Quiero todo lo que guardan los espejos
y una flor adentro de un raviol
y también una galera con conejos
y una pelota que haga ¡gol!
Osías el osito en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar.
Quiero un cielo bien celeste aunque me cueste,
de verdad, no cielo de postal,
para irme por el este y el oeste
en una cápsula espacial.
Osías el osito en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar.
©Editorial Alfaguara infantil
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Veo veo veo
vuelan estampillas por el correo.
Mariposas son
que de noche duermen en el buzón.
La Paloma Mensajera
jefa de la sucursal
en el pico tiene un sobre
y en el sobre una postal.
Ya no sabe qué sucede
con el sello fechador:
pinta en vez de fechas negras
monigotes de color.
De repente un telegrama
se dobló como un avión
y salió por la ventana
volando en tirabuzón.
Muchas letras se levantan
de su cuna de papel
y se escapan caminando
como hormigas en tropel.
Las mayúsculas se caen
en la cola de pegar
pero como son tan gordas
no se pueden levantar.
Para colmo una encomienda
se desanudó el piolín
y se fue muy desenvuelta
a jugar con aserrín.
La Paloma se pasea
del pupitre al pizarrón
con los lentes en la pata
de la desesperación.
La Paloma está nerviosa,
la Paloma está tan mal
que se emborrachó de tinta
y se come el delantal.
Veo veo veo
vuelan estampillas por el correo.
Mariposas son
que de noche duermen en el buzón.
©Editorial Alfaguara infantil
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Autora: María Elena Walsh.
Ilustradora: Nora Hilb.
Colección: Serie Amarilla.
Edad: Desde 6 años.
Editorial: Alfaguara infantil
Más María Elena Walsh
aquí
son muy buenos
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