La pancita del gato
MARTA GIMÉNEZ PASTOR
Serie para escuchar y para hablar
Cuando Marta era chiquita tenía un gatito de felpa con la pancita descosida y en donde guardaba todos los objetos pequeños y graciosos que caían en sus manos. De este recuerdo surgió “La pancita del gato”. Este gatito también le trajo a Marta la satisfacción de recibir la FAJA DE HONOR DE LA S.A.D.E. (Sociedad Argentina de Escritores) de literatura infantil en el año 1976.
Aún hoy es uno de los libros más buscados por muchos lectores nostálgicos sin suerte pues La pancita del gato está completamente agotado desde hace mucho mucho tiempo.
Fecha de publicación: 1975 (primera edición)
Editorial: Plus Ultra
Ilustraciones: Kitty Lorefice
MARTA GIMÉNEZ PASTOR
Serie para escuchar y para hablar
Cuando Marta era chiquita tenía un gatito de felpa con la pancita descosida y en donde guardaba todos los objetos pequeños y graciosos que caían en sus manos. De este recuerdo surgió “La pancita del gato”. Este gatito también le trajo a Marta la satisfacción de recibir la FAJA DE HONOR DE LA S.A.D.E. (Sociedad Argentina de Escritores) de literatura infantil en el año 1976.
Aún hoy es uno de los libros más buscados por muchos lectores nostálgicos sin suerte pues La pancita del gato está completamente agotado desde hace mucho mucho tiempo.
Fecha de publicación: 1975 (primera edición)
Editorial: Plus Ultra
Ilustraciones: Kitty Lorefice
Las horas
Las horas son traviesas
como enanitos,
siempre llenan mi almohada
de bostecitos.
Y cuando el sol se asoma
por la mañana,
se me escapan saltando
por la ventana.
El invierno
Señor invierno,
nariz mojada:
¿Qué lleva en esa bolsa
tan arrugada?
Llevo una flor de lluvia
larga y plateada
y un espejo redondo
de agua escarchada.
Señor invierno,
nariz helada:
¡No pise mi vereda
recién nevada!
Me pondré zapatillas
bien abrigadas
para que no se manche
con mis pisadas.
¿Será cierto?
¿Será cierto que en la luna
funciona una guardería,
donde se esconden, de día,
las estrellas?
¡Y será verdad que el sol,
tiene una melena rubia,
que se le destiñe toda,
con la lluvia?
¿Y que la noche es un duende
que pasea por el cielo
con fosforitos prendidos,
en el pelo?
La semana
Seis días de la semana
se mueven como hamaquitas
pero el domingo parece
una enorme margarita.
Siete días se metieron
adentro de una manzana
y un gusano distraído
se ha tragado la semana.
El vendedor
ambulante
ambulante
En esta esquina, señores,
voy a instalar mi negocio:
soy vendedor ambulante
¡Solito, sin ningún socio!
Para vender lo que vendo
no necesito ayudantes
porque yo vendo ilusiones
como los juglares de antes.
Ilusiones de colores,
blancas, celestes o rosas
para poner en la almohada
de las nenitas mimosas.
Ilusiones enmarcadas,
con su vidrio y su ganchito,
para colgar en el alma
como si fueran cuadritos
y otras con agujeritos,
como ojos de cerradura
para ver como se escapa
la infancia, cuando madura.
Para las señoras gordas,
hay fantasía en frasquitos
y bigotes de ilusión,
para señores flaquitos.
Soy vendedor ambulante,
pregonero de la suerte…
¡Yo le vendo un sueño azul
para cuando usted despierte!
Vigilante
barriga picante
barriga picante
¿Qué buscará el vigilante
caminando en cuatro patas
por detrás de ese camión?
¿Se le habrá perdido un guante
o será que anda siguiendo
las huellas de algún ladrón?
Él, que siempre está elegante…
¡Miren cómo se ha embarrado
las manos y el pantalón!
Estaba lo más campante
y de repente se ha puesto
furioso como un león…
Pero ignora el vigilante
que nunca podrá encontrar
al sinvergüenza ratón,
que pasándole delante
le ha gritado a toda voz
¡Adiós, barriga picante…!
Margarita
del campo
del campo
Margarita que creces
cerca del río,
¡déjame que te cure
de tu resfrío!
Con un te quiero mucho
poquito y nada
voy a darte un remedio
como no hay muchos:
“Una aspirina azul
tamaño cielo
y un helado de sol
en cucurucho”.
El sol
Una vez leí un libro
que decía,
que por el cielo, el sol,
viaja en tranvía.
¡Y qué suerte que tiene...!
¡Qué maravilla...!
Siempre puede sentarse
junto a la ventanilla.
La casa
Vengan a ver
cómo se trabaja
en el andamio
que sube y baja.
Vengan y oigan
a Don Serrucho:
cuando lo hamaco
rezonga mucho.
Vengan y vean
a Don Martillo
que zapatea
sobre un tornillo
y a Doña Brocha
que con su flequillo
pinta que pinta
sobre un ladrillo.
Vengan, les muestro
mi casa nueva,
ya no me importa
que afuera llueva,
pues tengo techo,
puerta y balcón
y un timbre loco
que hace ¡Ron…roooon!
Canción del
astronauta
astronauta
Para ser astronauta
no necesitas
más que un trozo de alambre
y unas alitas.
Con el alambre haremos
una escalera
para ver si la luna
es verdadera.
Sabremos si es de vidrio,
o de madera
o si solo es la tapa
de un tetera.
Cruzaremos tus valles
luna lunita
cabalgando caballos
de calesita
porque en el cielo
hay parques de diversiones
para los astronautas
de vacaciones.
Mi sombra
¿Por qué será que mi sombra
no se mueve de mi lado?
¿Tendrá miedo que otro chico
se la lleve, equivocado?
Si alguna vez, en la plaza
yo de mi sombra me olvido,
le tengo dicho a una gorrión
que me la guarde en su nido;
no vaya a ser que la noche,
con tanta luna y rocío,
le humedezca el corazón
y se me pesque un resfrío.
A veces yo me pregunto:
¿De qué está hecha mi sombra?
¿Será tejida al crochet,
o bordada en punto sombra?
¿Será amasada con nube
o modelada con cielo?
¿O será un retrato mío
con baño de caramelo?
Mi sombra es un papelito
de celofán, recortado,
con la forma de mi alma
siempre en silencio a mi lado.
El concierto
de la calandria
de la calandria
Un concierto a Groenlandia
se fue a dar una calandria,
pero ¡pobre! le fue mal
porque al teatro solo fue
a escucharla un esquimal.
Los pingüinos se opusieron
y los osos… ¡No quisieron!
Y una foca que la oyó
desde el fondo del salón
¡A carcajadas se rió!
Doña Calandria, enojada
y hasta el pico sonrojada,
preparó sus maletines
y se volvió hacia sus pagos
de trigales y jazmines.
Palmira
la gallina
la gallina
Cada vez que Palmira, mi gallina,
se pone a discutir con su vecina,
arma ¡tal alboroto!
que en seguida aparece
un vigilante en moto
y con mucha razón…
¡La pone en penitencia en un rincón!
Pobrecita la Luna
Me da lástima la luna
¡Siempre solita en el cielo!
Sin jugar con mariposas, ni pajaritos, ni nada;
sin tener una mamá, sentada junto a su cuna,
ni una mano de papá acariciándole el pelo,
ni una abuela que le cuente: Había una vez un hada…
Y por eso le pido, astronauta, este favor:
¿Por qué, en vez de un Apolo, no le lleva una flor?
Mi vecino
Mi vecino es un chico
tan aplicado
que siempre saca diez
en el dictado.
Sabe escribir conejo,
vaca y ratón
sin dejar en la hoja
ningún manchón.
Sabe hacer cuentas largas
y otras cortitas
borrándoles los ceros
de la colita.
Pero hoy, la señorita,
le dio un deber
y mi pobre vecino…
¡No lo supo hacer!
¡Qué raro es que un chico
tan estudioso…
no sepa con qué letras
se escribe “oso”!
El espejo
Cuando miro mi espejo
por la mañana
veo una nena
comiendo una manzana.
Y si vuelvo a mirarlo
de tardecita,
veo una nena
peinando su trencita.
Si de noche lo guardo
en un bolsillo
no veo mi nariz
ni tampoco el flequillo.
Si lo pongo en el patio
de mi escuela,
podré ver muchas nenas
jugando a la rayuela
Lo dejaré en el campo
pancita abajo…
¡Tal vez quiera mirarse
algún escarabajo!
El cartero
Lisandro
Lisandro
Yo soy Lisandro, el cartero,
un servidor paseandero.
Caminando, caminando,
las cartas voy entregando.
Con mi cartera de cuero
soy el mejor mensajero,
llevo abrazos en inglés,
español, ruso y francés.
Si usted quiere, señorita,
yo le llevo su cartita
desde el fondo del buzón
hasta el medio del Japón.
¿Le conté que su vecina,
mando una carta a la China
y viajando en palanquín
yo, se la di a un mandarín?
Traigo noticias señora,
de su comadre Teodora
y una pesada encomienda
para el dueño de la tienda.
También traigo un sobre blanco
para el gerente del banco
y una carta color rosa
que envía una mariposa,
un rayo de sol doblado
dentro de un papel lacrado
y la Cruz del Sur, pintada
sobre una postal plateada.
Señor, si algún telegrama,
lo hace saltar de la cama,
no se asuste sin razón…
¡puede ser un alegrón!
Porque, Lisandro el cartero,
su servidor paseandero,
sabe esconder maravillas
en sobres con estampillas.
Adiós, me voy
Cuando de viaje me voy
a la brújula pregunto:
¿A dónde estoy?
Ella contesta: En Japón,
piloteando una burbuja
de jabón.
Si paso por Chivilcoy
cambiaré mi sombrero
de cow-boy,
Me pondré un chambergo gris
con ribetes de seda
color perdiz.
Cuando de paseo estoy,
a mi vereda le digo
¡Adiós… me voy!
Te dejo mi corazón
colgado en una plantita
de mi balcón.
Índice
La pancita del gato
Las horas
El invierno
El cuento del "agua fría"
¿Será cierto?
La semana
El vendedor ambulante
El sombrerito colorado
Vigilante barriga picante
Anita en el circo
Margarita del campo
El sol
La casa
Un trencito por el cielo
Canción del astronauta
Mi sombra
El concierto de la calandria
Palmira la gallina
Campanita del bosque
Pobrecita la luna
Mi vecino
Un domingo de yapa
El espejo
El cartero Lisandro
Conejita nariz de flor
Adiós, me voy
La pancita del gato
Las horas
El invierno
El cuento del "agua fría"
¿Será cierto?
La semana
El vendedor ambulante
El sombrerito colorado
Vigilante barriga picante
Anita en el circo
Margarita del campo
El sol
La casa
Un trencito por el cielo
Canción del astronauta
Mi sombra
El concierto de la calandria
Palmira la gallina
Campanita del bosque
Pobrecita la luna
Mi vecino
Un domingo de yapa
El espejo
El cartero Lisandro
Conejita nariz de flor
Adiós, me voy
Visto y leído en:
ISSUU - Giménez Pastor - Viacava - Buenos Aires, AR
https://issuu.com/libros_para_chicos/docs/la_pancita_...
Página Oficial de MARTA GIMÉNEZ PASTOR, realizada por su familia
https://martagimenezpastor.com/
https://martagimenezpastor.com/la-pancita-del-gato-2/
Copyright © Herederos Marta Giménez Pastor
ISSUU - Giménez Pastor - Viacava - Buenos Aires, AR
https://issuu.com/libros_para_chicos/docs/la_pancita_...
Página Oficial de MARTA GIMÉNEZ PASTOR, realizada por su familia
https://martagimenezpastor.com/
https://martagimenezpastor.com/la-pancita-del-gato-2/
Copyright © Herederos Marta Giménez Pastor
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